Amigues, Tarata Magazine, algo colectivo que no es una revista, propaganda digital y nuevas estéticas, tiene el gusto de invitarlxs a bailar, banalizar el poder y asaltar la memoria con el motivo de la presentación de su primer número:os invita a presenciar su parto.
Sábado 16 de abril
TARATA MAGAZINE
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La Terruka Menopáusica
la chucha bomba: el sueño del atentado propio
Cuando llora una estrella de Youtube, lloramos todas. Nos estamos internando más y más en el bosque del entretenimiento virtual. Un documental de Herzog sobre la pena de muerte, una fan de One Direction demuestra su predilección por Harry Styles lanzádole una pila de tampones a la cara desde el público, el it boy de los tutoriales de respotería se quiebra en llanto, sobrepasado por la fama. Nos hemos perdido. Y el rastro de cookies que hemos ido dejando, en vez de mostrarnos el camino de vuelta, nos hace perdernos incluso más. Este vídeo te puede interesar: TARATA PELÍCULA PERUANA COMPLETA feat. Gisela Valcarcel como el Ama de Casa de Clase Media y a Miguel Iza, en el papel del Catedrático de Universidad Pública que no se Entera de Nada.
Nuestros ídolos son esos símbolos que ejercen un papel estrambótico en la historia, hitos que son los únicos capaces de abrir grietas en el continuum de las actualizaciones on line. Puede ser un delfín lapidado a selfies, renacido en la gloria eterna de Instagram o la dramatización del atentado perpetrado en el corazón de la clase media. ¿Dónde tienen que estallar las bombas para concientizar a la medianía de que el país lleva 10 años en guerra?
En el año 1992 el Perú estaba inmerso en un conflicto sanguinolento. Las entidades financieras no eran los objetivos predilectos de Sendero Luminoso, ni los barrios de clase media el escenario habitual pero, por si acaso, nuestras ventanas iban forradas de “cinta Scotch” y abríamos la boca como merluzas cada vez que pasábamos por una comisaria para que la onda expansiva de una potencial bomba no nos reventara los tímpanos. Tarata pudo no ser Tarata si los 300 kilos de ANFO hubieran detonado donde estaba previsto, en las instalaciones del Banco de Crédito.
Un error logístico que, además de significar una contundente patada en la zona más sensible de la fisonomía social de un país (la clase media) culminaría en la captura y enrejado del elemento “Gonzalo”, tanto que se marcaría Fujimori para esa posteridad que aún nos salpica.
Un años antes la conocida como banda anti-terrorista-E.T.A. (uno y trino) hace estallar otro vehículo en el interior de un cuartel de la guardia civil en Barcelona. Un Renault 11 cargado con 12 bombonas de butano hasta arriba de Amonal. 216 kg. de muerte y destrucción y un solo coche. El mismo modelo pestilente en el que mi yo infantil viajaba pocos años más tarde, no sin antes revisar bien los bajos y asientos por si las moscas. Aquel día murieron sólo 10 personas. Para más gloria de los poderes fácticos, una niña perdió una pierna.
Nosotras, adolescentes que subían a fumar a la azotea pensando que sus padres era peor que ETA, somos más hijas de las bombas que de Gisela, ama de casa en todo el esplendor de la expresión, limeñita peripuesta wannabe que emplea a otra mujer más morena que ella, más pobre que ella, más humilde que ella. De aquellos escombros, estos memes.
Ahora que las utopías han vuelto al matadero, ese lugar del que nos preguntamos si alguna vez debieron salir, vuelven las bombas y los atentados, afloran los chascarrillos vaciados de todo contenido referencial, las conexiones internacionales. Youtube es la nueva RDA. Ya no caen más muros, caen los memes, los muros se levantan. ya nadie hace chistes de las desgracias como se hacían chistes de las torres gemelas. El avión bomba, el choche bomba, eso es aquí. Pero también hay autobuses, cinturones, niñas bomba…Tarata es tan alto tan alto como Carrero Blanco. Es más alto que nos oiga miguel ángel. Es carloh carloh! Es Gisela Valcarcel sollozando entre esquirlas. Es el cenicero de Atocha, Tarata es la cara que se le queda al personal cuando descubre que la metralla no es patrimonio de los desheredados.
¿Qué vino antes, en anti-terrorismo o el antiterrorismo? ¿La amenaza o la conveniencia de la amenaza? ¿Es más fuerte la vocación de detener a los terroristas o la de utilizar la desgracia como instrumento de dominación de la población? La violencia es un mirador. Ese mirador es la cárcel perfecta. Aquella de la que si pudieras elegir, en realidad, desde lo más profundo de tu cuerpo pre-cyborg, nunca saldrías. Entonces, ¿importa todavía dónde estallan las bombas ahora que Facebook nos concede la ciudadanía en la utopía del miedo a todas por igual? Ahora que internautas nativas o refugiadas pre-milenials, somos llamadas a postear que salimos ilesas de un atentado en Pakistán, de una amenaza de golpe de estado vía Whatsapp o de una avalancha humana en un concierto de Steve Aoki. Lo mejor de la nueva función “ESTOY BIEN” es el (ni tan) secreto deseo de no estarlo: que el sueño del atentado propio por fin esté al alcance de todas. No hay onda expansiva más larga que la del deseo.
Es en su calidad de evento público donde la bomba alcanza la completitud de su potencia y solo cuando se oyen los aplausos que la pituca de casa es elevada a la calidad de monumento a la ama de casa desconocida.
Así se crean esos símbolos, que accionamos a modo de interruptores para dar pie a una narración que no es más que un subtexto de la historia o la historia contada a través de memes: si salvo el poder todo es ilusión, BANALICEMOS EL PODER.